El proceso de migración se ha reproducido a lo largo de la historia, por los diversos problemas económicos, políticos y/o sociales. Ahora bien, las personas que deciden migrar, ya sea a Estados Unidos, otro país o incluso dentro del territorio nacional, no siempre alcanzan el objetivo de una mejoría en su nivel de vida, sino por el contrario, en algunos casos no logran encontrar las oportunidades, por lo que se pueden ver afectados en sus derechos humanos e incluso presentar una ruptura en su identidad.
Antes de la Independencia de México, Centroamérica formaba parte de la Nueva España, sin delimitarse fronteras. Después de la Independencia, se comenzó la conformación de países centroamericanos: Guatemala, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. De estos, el único que estuvo interesado en anexarse al territorio mexicano durante el Primer Imperio Mexicano (con Agustín de Iturbide), fue Guatemala. Finalmente, cada territorio se conformó como un país independiente.
Posteriormente, México llegó a ofrecer a los extranjeros la posibilidad de poder establecerse en nuestro país, emitiéndose incluso un decreto el 18 de agosto de 1824, donde se otorgaba seguridad a los mismos para alentarlos a migrar a nuestro territorio nacional. La inmigración se dio principalmente de países europeos: España, Francia, Italia, Irlanda, Inglaterra y Alemania.
Tiempo después, Antonio López de Santa Anna permitió en el norte del país, que el territorio fuera ocupado por familias estadounidenses de origen anglosajón e irlandés, teniendo que cruzar el río Arkansas, estableciéndose finalmente en el Valle del Pecos y San Antonio de Béjar en Texas. Después de la secesión de Texas en 1836 y el Tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848, México perdió la mitad de su territorio (lo que hoy son los estados de California, Texas, Nuevo México, Arizona y Nevada; y porciones de Utah, Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma), habitando para ese entonces 80 mil mexicanos en dicha región.
Para el siglo XIX, México continuó con la política de atraer extranjeros a territorio nacional, pero debido a la inestabilidad política de nuestro país y el hecho de que había otros países (Estados Unidos, Argentina y Canadá) que ofrecían posibilidades más atractivas a los extranjeros, México solo recibió al 0.5% de los migrantes europeos. Derivado de ello, se buscó atraer a migrantes de otros países, entre ellos China. Posteriormente, para la década de 1920, México cambió de parecer y restringió el ingreso a las personas de Asia, Medio Oriente y Europa del Este.
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